Mi padre me dijo una vez que la vida es como un GPS. Cuando te pierdes el GPS no te suelta un ‘lo siento, te has perdido. Ya no podrás llegar a tu destino’. No. El GPS recalcula la ruta y te busca un nuevo camino, pues la vida es igual.
No puedo estar más de acuerdo con esa frase.
Este post va por la vida. Por la tuya, por la mía, por la que conocemos y por aquella que nunca llegaremos a entender.
Durante nuestros veintitantos, llegamos a un punto donde el tema principal de muchas conversaciones es la vida.
Hablamos sobre la vida con nuestra familia, amigos y hasta con desconocidos.
Nos das un café y la analizamos, la intentamos entender, nos preguntamos qué estamos haciendo y si eso es realmente lo que queremos.
O nos sentamos en un bar, ponemos un par de copas de por medio y se nos llena la boca hablando del futuro, de nuestros miles de planes, proyectos y de todo el mundo que nos queda aún por conocer.
Y si ya nos das un poco más de coba, otro par de copas después nos encontramos destapando el pasado.
Sin darte cuenta acabas haciendo balance de todo lo vivido, te preguntas si realmente lo estás haciendo bien, si estás aprovechando al máximo cada año, te paras a pensar en dónde estabas, dónde has estado, dónde estás y cuánto te ha costado llegar hasta ahí.
Y como no te des cuenta, como no pares a tiempo, llegas al punto de ‘no retorno’ y es ahí cuando acabas abriendo ese cajón que todos tenemos bajo llave, ese cajón que todos pretendemos ignorar, donde se guardan todos los ‘y si…’ Y llegados ahí, amigo… estás perdido, porque ya ha pasado y no puedes hacer nada, porque la vida se vive solo hacia adelante. Por eso te aconsejo vivirla bien.
Pero volviendo al tema. La vida. Nuestra vida.
Hoy en día vivimos en un mundo en el que estamos muy conectados y como no pises un poco el freno acabas más conectado de la cuenta. Vemos miles de fotos, miles de vidas diferentes. Obviamente, vemos lo mejor de cada una de ellas, o lo peor (si tienes a algún melodramático por ahí agregado). Pero la única verdad de esta pantomima, es que no es la verdad, o no toda la verdad o al menos no es la verdad todo el rato. Sólo si tienes la suerte de tener buenos amigos y de confianza, sabrás realmente cómo le va a otros y entonces inevitablemente, empiezan las comparaciones.
A nuestra edad la vida ya va tomando forma, nos vamos diferenciando del resto por las decisiones que hemos tomado. Ves a algunos que viven fuera, otros que siguen allí, otros que volvieron y algunos que todavía quieren irse. Hay de los que ya tienen casa, hipoteca, igual están casados (o casi) ¡y otros que hasta tienen hijos!
Y yo, como a todo le tengo que sacar la moraleja pues viendo el panorama, me paro, me siento, pienso y analizo.
Mi metáfora es que la vida es como un viaje en coche, en el que al final todos llegaremos a nuestro destino. Para alcanzar ese destino puedes elegir el camino corto o el largo. Como bien es sabido, el camino más corto entre dos puntos es la línea recta, en este caso voy a llamarlo ‘la autopista’. Si la eliges, vas sobre seguro. Es cómoda, segura, no tiene muchas incertidumbres, este camino ya lo han hecho otros antes, sigue las indicaciones. No tiene pérdida.
Pero, ¿y si eliges el camino largo? ¿Y si decides tirar por el camino de campo, el de barro? ojo, que este no viene con mapa, no sabes cuándo llegarás, ni cómo, ni en qué condiciones, ni cuánto te costará. No será fácil y no es para todo el mundo. Lo primero que te van a decir que estás loco, ¿por qué complicarse la vida? como si no fuese complicada de por sí, ¡qué necesidad!
Pero tú eres diferente, ¿y si eso es lo que necesitas? ¿Y si no lo hicieras? ¿Y si esa incertidumbre te persiguiera de por vida? Sabes de sobra que hay algunos ‘y si’ que pesarían demasiado como para no tirarse a la piscina.
Entonces eliges el camino largo, aún sabiendo que algunas veces te perderás. Es inevitable, todo el mundo se ha perdido alguna vez y además es necesario. Habrá momentos en los que no sepas donde estás, en los que des mil vueltas y tengas la sensación de estar pasando una y otra vez por el mismo sitio. Te surgirán contratiempos: se te puede romper el coche y tendrás que coger el autobús, el tren o incluso ir caminando. Da igual que llueva, que haga frío, que nieve o truene. Una vez en el camino la única opción es seguir hacia adelante.
Será difícil, lo sé. Pero te aseguro que por el camino te pasarán cosas alucinantes. Vivirás experiencias que nunca imaginaste. Pasarás por muchos sitios por los que no habrías pasado nunca de no haberte liado la manta a la cabeza aquel día. Verás muchas cosas que te sorprenderán, incluso puede que hasta llores de emoción, de una alegría tan grande que tus palabras no alcancen a explicar. Conocerás muchos lugares que te parecerán increíbles, te cortarán la respiración y te pondrán la piel de gallina. Conocerás a muchas personas con diferentes puntos de vista, que te abrirán los ojos y aprenderás tanto de ellas que ya nunca volverás a ver las cosas de la misma forma.
Vas a aprender lo que es echar de menos. Pero echar de menos de verdad, de esas veces que duele. Vas a echar de menos muchas cosas, pero sobre todo a las personas. Este es el peaje más caro que tendrás que pagar en este camino. Vas a conocer a tantas personas de tantos lugares diferentes y vas a hacer tan buenos amigos durante el camino, que llegará un momento en el que estés dividido en trozos esparcidos por el mundo y desde ese momento ya nunca vas a volver a estar completo.
Es un precio un poco alto, ¿no crees? pero déjame que te cuente un secreto: merece la pena.
Darás abrazos tan fuertes y tan sinceros, que sabrás que merece la pena.
Te contarán mil historias, te toparás con personas de tantos sitios que puede que un día pises por primera vez un país al otro lado del mundo y te sientas como en casa, que sientas que conoces ese lugar como la palma de tu mano. Le pondrás caras a los mapas, sentimientos, olores, sabores y música. Los llenarás con millones de historias y anécdotas. Y sabrás que por el resto de tu vida si cierras tus ojos muy fuerte, podrás volver a estar allí.
Habrá veces en las que te sentirás en la cima del mundo, te sentirás más libre de lo que nunca te hubieras podido imaginar e incluso te dará vértigo. Otras sin embargo, puede que te sientas atado, atrapado, en una carretera que parece que no acabar nunca y donde tu destino te parece estar a años luz tanto si sigues para adelante como si das la vuelta. ¿Mi consejo? camina siempre hacia adelante, todo saldrá bien y si miras para atrás que sea solo para sonreír.
Y entonces un día llegas a tu destino. Después de todo el caos, después del desastre, ¡después de la que liaste! estás allí, es tu lugar y lo sabes. Lo sabes porque ya has estado en otros mil sitios antes, ya has vivido más cosas de las que podrás contar, has tenido millones de sentimientos diferentes y reconoces ese. Reconoces el sentimiento de haber llegado a casa, ese sentimiento tan familiar pero tan poco común que tantas veces echaste en falta durante el camino.
Tomes el camino que tomes, elijas el largo o el corto, sólo te pido que vivas una buena vida, llénala, construye buenos recuerdos, grandes, fuertes, que te duren toda la vida. Curte cada una de tus arrugas con risas y buenos momentos. Hazlo de tal forma que, sin dudarlo, volvieras a hacerlo de nuevo una y mil veces. Haz que dentro de muchos años, cuando mires atrás sólo te salga una sonrisa que te ilumine la cara. Haz que todo haya valido la pena.
Hay una frase que dice que la vida es eso que pasa mientras tu estás ocupado haciendo otros planes. En mi opinión, la vida es eso que pasa mientras tú caminas, te pierdes, calculas y re-calculas tu ruta.
«Espero que vivas una vida de la que te sientas orgulloso. Y si ves que no es así, espero que tengas la fortaleza para empezar de nuevo.»
4 Comments
Un precioso artículo, que sólo podemos entender aquellos que recorremos el CAMINO LARGO.
Gracias por plasmar con palabras las emociones que nos aporta el haber elegido este camino, Montse.
Muchas gracias por tu comentario Federico 🙂
¡¡Me ha encantado el artículo!! (y el blog)
Cierto es que la vida aunque dicen que con los años pasa más rápido, parece que se frena y uno disfruta más de las pequeñas cosas. Me gusta tu «canto» a vivirla. Viajar desde hace años a mí me ha supuesto otra forma de ver ese camino… y ahora veo un camino larguísimo que seguramente no tenga un destino definido 😉
un saludo,
Irene
Muchas gracias por tu comentario Irene!
Viajar es una parte preciosa del camino, te hace crecer mucho y ver las cosas desde diferentes puntos de vista. Espero que sigas viajando mucho y que disfrutes al máximo del camino 🙂
Un beso