Hoy pensé en Valentina, ¿te acuerdas? Hace tiempo que no se nada de ella, desapareció así sin más. Sin dejar más huella que una sonrisa en la cara de los que la conocen.
Poca gente sabe de ella, no se deja ver mucho por las redes sociales, la verdad es que nunca fue de esas.
La conocí hace años, acabábamos de empezar la universidad, ella hablaba de lugares donde yo no había estado nunca. Con la mirada iluminada y con palabras desordenadas agolpadas en la boca contaba miles de historias y te hacía incluso revivirlas con ella.
No sabía muy bien lo que quería aunque tenía su meta clara, espero que la siga teniendo. No sabía donde iba pero andaba rápido. Sus ilusiones eran más grandes de lo que sus palabras alcanzaban a contar. Aunque de eso hace ya 6 años.
Tenía unas ganas enormes de comerse el mundo, hambre de futuro, aunque disfrutaba y aprovechaba el presente como la que más. Era capaz de convencerte de las ventajas de hacer millones de locuras, había tanta cordura en sus argumentos que al final, no me preguntes por qué, pero acababas saltando al vacío con ella.
Siempre llegaba tarde, siempre era la última y aun así, iba justa de tiempo y siempre se acababa maquillando en el coche. Salía con tal sonrisa y tantas excusas que pocas veces nos cabreábamos con ella.
Con ella pasé las mejores noches de juerga de mi vida, reíamos a carcajadas y por todo. Siempre acabábamos las últimas bailando en la discoteca, aunque la noche no nos perdía, siempre volvíamos a casa.
No le daba miedo el cambio, de hecho, que yo recuerde, hubo pocas cosas que no cambiara en su vida; de estudios, de casa, de ciudad, de país. Aunque siempre tuvo sentimientos fuertes y firmes, sabía lo que quería y sabía cuidarlo. Creo que ese era su secreto, por eso pocas veces flaqueaba ante ese camino tan caótico.
Juntas hicimos muchas cosas por primera vez. Aún recuerdo como si fuese ayer aquellas largas noches en vela que pasábamos en esos meses tan fríos, con montañas de papeles acumuladas por todos lados. Probamos el café juntas y como el que se resigna a una obligación impuesta, acabamos amándolo. Aquellos eran nuestros pequeños ratos de libertad en aquellas duras jornadas. Fue mucho lo que aprendimos entre esos cafés amargos hasta que probamos los buenos.
Pero un día se fue, algunos dicen que aquí ya no era feliz. Yo creo que no, creo que se fue por su necesidad imperiosa de cambiar de todo, de vivir nuevas experiencias. Como el que se entrega a un vicio inconfensable, viajaba mucho. Por lo que me dijeron nunca más volvió a quedarse más de dos años en el mismo sitio, ¿miedo a caer en la rutina? ¿a encariñarse tanto con algo que le cortara su libertad? No lo sé. También cuentan que una vez conoció al amor de su vida, aunque en una vida que no era la suya, irónico ¿no?
Sea lo que sea, ya no está aquí. Dicen que se fue del país, que se fue en busca de sus sueños… esos sueños ya habrán cambiado tantas veces que ni ella podrá seguirles la pista.
Yo no la he vuelto a ver. Pero confío en que estará bien, siempre lo está. En cualquier caso, estoy segura de que nos volveremos a encontrar y tomaremos uno de esos buenos café a los que tan adicta nos volvimos.
De lo que sí estoy segura es de que la próxima vez que la vea vendrá con una gran sonrisa, miles de historias que contar, divertidas anécdotas y, si la vida la hubiese golpeado, ya traerá ella las alas cosidas.
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